La misión de la Orden en Tierra Santa
Cuando el cardenal Pizzaballa se acercó a los heridos en Gaza, uno de ellos besó la cruz pectoral del patriarca, uniendo así sus sufrimientos a los de Cristo.
«Nunca había vivido un momento tan difícil », confesó el patriarca latino de Jerusalén, Su Beatitud el cardenal Pierbattista Pizzaballa, quien, tras 35 años de vida en Tierra Santa, ha tenido que afrontar numerosas crisis. En efecto, el alto el fuego del pasado 13 de octubre en Gaza no elimina las dificultades a las que se enfrenta Tierra Santa. Si bien se han registrado avances significativos, persiste la incertidumbre respecto a los pasos que deberán seguirse.
«Estamos destrozados, profundamente heridos por lo que estamos viviendo, así como por el clima de odio que esta violencia genera y que, a su vez, produce más odio en un círculo vicioso imposible de romper», declaró el cardenal Pizzaballa, Gran Prior de nuestra Orden, en un mensaje en vídeo desde Jerusalén con motivo de la vigilia de oración «Paz para Gaza», organizada en Roma el 22 de septiembre —antes del alto el fuego— por la Comunidad de Sant’Egidio. Su análisis continúa teniendo resonancia: «Hemos dejado vía libre a numerosos extremistas de ambos bandos. Pero también veo a muchas personas buenas: todas aquellas que se comprometen y actúan con justicia a costa de sacrificios personales, israelíes, palestinos, judíos, cristianos, musulmanes… aquí no se trata de pertenencia, sino, ante todo, de humanidad».



La Orden respalda numerosos proyectos en Tierra Santa, especialmente en el ámbito de la construcción, para que la Iglesia católica local cuente con los recursos necesarios para acoger y formar a quienes le son confiados pastoralmente.