La capa de los miembros de la Orden: mucho más que una simple apariencia
Un pasaje de la Sagrada Escritura afirma: «se le acercó por detrás y le tocó la orla del manto, pensando que con solo tocarle el manto se curaría» (Mt 9, 20- 22); otro expresa lo siguiente: «se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica» (Sal 21, 19).
Dos expresiones importantes: la primera es una gran profesión de fe, la de una mujer que confía tanto en el Señor que le basta con tocar su manto para curarse. En cambio, la segunda está dictada por la avaricia de los hombres que, aun siendo conscientes de la «grandeza» del Señor, echan a suertes su túnica. Por tanto, la pertenencia a nuestra querida Orden debe hacernos reflexionar sobre estos dos sentimientos humanos: el primero está representado por nuestra plena confianza en el Señor, que hace de nosotros sus instrumentos para hacer el bien a Tierra Santa y a sus habitantes; esos mismos habitantes que, confiando en nuestro «uso de la capa», esperan encontrar el alivio de Dios a través de nosotros, como la mujer del Evangelio de Mateo.
Desgraciadamente, la pertenencia a la Orden a veces puede convertirse en un mero motivo de jactancia debido a la fragilidad humana y al deseo de sobresalir en la sociedad a pesar de las enseñanzas de Jesús, hasta el punto de «echar a suertes las túnicas» como los soldados bajo la cruz.
Para mí, la pertenencia a la Orden siempre ha sido una misión que, principalmente, está destinada a contribuir a la subsistencia de Tierra Santa, así como a defender la Fe y la Iglesia católica trabajando y dando ejemplo, pero al mismo tiempo soy plenamente consciente de que esta pertenencia debe ayudarnos a todos, Damas y Caballeros, a alcanzar la santidad a la que Dios nos llama. ¿Cómo podemos vivir esta experiencia? Trabajando cada día de acuerdo con nuestro carisma y no pensando que alcanzaremos nuestro objetivo por el simple hecho de llevar una capa durante las ceremonias oficiales.
El pasado 30 de abril, tuve el honor de organizar la presentación del último libro del Gran Maestre, el cardenal Fernando Filoni, titulado Le Conferenze Episcopali, un’Istituzione moderna di comunione ecclesiale[1]. El acto tuvo lugar en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas Fides et Ratio de L’Aquila, del cual soy secretario desde hace veinte años. En efecto, la pertenencia a la Orden puede y debe ponerse en práctica en la vida cotidiana, en el trabajo y en la familia. De este modo, trataremos de dar testimonio de fe a quienes nos encontramos cada día.
Creo que la Orden es una experiencia de vida. Por esta razón, recientemente dirigí mis mejores deseos a un querido amigo, que recibió la Investidura el pasado diciembre en Roma, con estas palabras: «déjate impregnar por la Orden, verás que deleitarás su profundo significado y serás capaz de superar esa tentación natural y humana de la mera apariencia que aportan la capa y la espuela».
Giancarlo Della Pelle
Caballero de la Delegación de L’Aquila (Italia)
(Mayo de 2024)
[1] En español: Las Conferencias episcopales, una institución moderna de comunión eclesial [Traducción propia].