Madre e hija, Damas de la Orden

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Dame Ordine madre e figlia - 1 Durante una reciente investidura en Malta, el Gobernador General se reunió con Maria y Gloria, madre e hija, ambas Damas de la Orden.

Maria y Gloria Montebello, madre e hija, Damas de la Lugartenencia de la Orden de Malta, relatan el camino que las llevó a entrar en la Orden. Gloria recibió su investidura a los 25 años, edad mínima de entrada en la Orden. Actualmente, es médico, especializada en psiquiatría, y trabaja en los servicios de salud mental. Por su parte, Maria es directora del instituto St. Ignatius, Handaq Middle School, uno de los centros de educación secundaria más recientes de Malta. Asimismo, a partir del 1 de septiembre, se convertirá en la primera mujer laica en asumir la dirección del St. Aloysius College, dirigido por los jesuitas. Tras ser invitadas a participar en la peregrinación a Tierra Santa organizada por la Lugartenencia de Malta en julio de 2023, decidieron iniciar su formación como Damas y fueron investidas juntas en noviembre de 2024.

 

A menudo se dice que, en la vida, algunas puertas se abren en el momento justo, guiándonos hacia caminos que nunca habríamos imaginado, pero que acabamos sintiendo como propios. Nuestro recorrido —madre e hija— dentro de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén ha sido una de esas experiencias, marcada por un profundo sentimiento de vocación y un firme compromiso personal con la fe y el servicio.

Ambas deseábamos con gran anhelo visitar Tierra Santa desde muy jóvenes. En el caso de Gloria, no era una aspiración habitual para alguien de su edad. Es poco común que una persona tan joven exprese con tanta claridad el anhelo de realizar una peregrinación, pero para ella era un deseo sincero que trascendía su juventud. Este anhelo se hizo realidad cuando tuvimos la oportunidad de viajar a Jerusalén, una experiencia realmente transformadora. Es interesante destacar que fuimos uno de los últimos grupos en realizar dicha peregrinación antes de que estallara la guerra pocas semanas después de nuestra visita. Para nosotras, ese momento no pasó desapercibido: reforzó el valor de la experiencia y nos permitió valorar aún más el camino que estábamos a punto de emprender.

Las primeras semillas de nuestro camino dentro de la Orden se sembraron en Jerusalén, una ciudad de inmensa importancia espiritual donde la historia y la fe se entrelazan de una manera que conmueve el alma. Durante un almuerzo memorable, nuestro lugarteniente, el embajador Roberto Buontempo, nos invitó por primera vez a considerar unirnos a la Orden. No se trataba de una simple sugerencia, sino de un auténtico llamado al servicio, que nos conmovió de inmediato. En aquel momento, no éramos conscientes de que nuestro Gran Prior, Mons. Charles Scicluna, ya nos había alentado a emprender la peregrinación, iniciando así un viaje que nos pareció divinamente orquestado. La simbología de ese instante fue profunda. Era como si se abriera una puerta ante nosotras, invitándonos a avanzar por un camino de entrega y compromiso espiritual excepcional.

Para nosotras, dicha invitación fue tanto un honor como una responsabilidad. Representaba un vínculo profundo con una herencia de fe, así como con una Orden que ha resistido el paso del tiempo gracias a su inquebrantable dedicación a Tierra Santa y la Iglesia. Pero este camino adquirió un significado aún más especial al emprenderlo juntas, madre e hija. Lo que hizo ese momento aún más excepcional fue que Gloria se convirtió, probablemente, en la miembro más joven de la Orden a nivel mundial. En reconocimiento a la profundidad de su compromiso, se le concedió una dispensa especial, gesto que representa un reconocimiento extraordinario de su fe y dedicación. Ingresar en la Orden juntas, una al lado de la otra, reforzó los valores que más apreciamos —la fe, el servicio y la solidaridad— y consolidó nuestro compromiso común de apoyar la misión de la Orden.

El concepto de la apertura de una puerta tiene un gran significado espiritual. A lo largo de la historia, cruzar una puerta ha simbolizado nuevos comienzos, compromisos y transformaciones. En la Iglesia, la Puerta Santa representa la renovación, marcando un paso hacia una fe y una devoción más profundas. Del mismo modo, nuestro ingreso en la Orden supuso un momento clave en nuestra vida espiritual, una oportunidad para consagrarnos a una causa mucho más grande que nosotras mismas. No se trataba simplemente de entrar en una institución histórica, sino de acoger un llamado al servicio, a la solidaridad con quienes sufren y a contribuir de forma significativa a la misión humanitaria y caritativa de la Orden.

Nuestro compromiso con la Orden va más allá de nuestra investidura, pues se extiende a una participación activa en las comisiones de la Lugartenencia, que contribuyen a dar forma a su misión y a su proyección.

La Dra. Maria Montebello forma parte de la Comisión de Secretaría, encargada de la adecuada coordinación de la documentación de los actos oficiales, sobre todo de las ceremonias de la Vigilia y la Investidura. Además, desempeña un papel clave en la Comisión de Formación, colaborando en la organización y facilitación de los programas educativos fundamentales que preparan a los nuevos miembros para asumir sus responsabilidades dentro de la Orden. También es miembro comprometida de la Comisión de Espiritualidad, donde contribuye a la organización de retiros, reflexiones sobre la fe y celebraciones litúrgicas que alimentan la vida espiritual de todos los miembros.

Por su parte, la Dra. Gloria Montebello se implica activamente en la Comisión de Jinetes, una iniciativa esencial que cultiva un profundo amor por Tierra Santa entre los jóvenes que aún no son elegibles para ser miembros de pleno derecho. Su participación en esta comisión refleja su deseo de inspirar a la nueva generación a abrazar los valores y la misión de la Orden.

A través de nuestro compromiso, seguimos viviendo nuestra vocación, procurando que nuestro servicio en la Orden trascienda lo simbólico y contribuya de forma activa y significativa a su legado. Nuestro camino está hecho de fe y acción, el cual abraza cada oportunidad para dar, apoyar la presencia cristiana en Tierra Santa y defender los principios de caridad, unidad y entrega inquebrantable.

Formar parte de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén es un inmenso privilegio, por lo que abrazamos este compromiso con profundo respeto y alegría. Al cruzar esta puerta, lo hacemos con un renovado sentido de propósito y conscientes de que no se trata del final de un camino, sino del comienzo de una vida de entrega a la fe, el servicio y la esperanza.

 

 

(Junio de 2025)