El ejemplo y la herencia del cardenal Jean-Louis Tauran, Caballero de Gran Cruz de la Orden

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Tauran_April 2018 Incontro del cardinale Jean-Louis Tauran con il re Salman dell’Arabia Saudita, lo scorso aprile a Ryad (Foto: Reale Ambasciata dell’Arabia Saudita in Italia.

Deseamos rendir homenaje en estas páginas a un gran hombre de Iglesia, un miembro de la Orden del Santo Sepulcro que llevó con valentía el peso de la enfermedad, trabajando sin descanso en el advenimiento del Reino de Dios. Falleció el 5 de julio de 2018; ha marcado la historia por su compromiso al servicio de la fraternidad universal y por su testimonio de humilde discípulo de Cristo.


Una cosa es cierta: la abnegación y el compromiso del cardenal Jean-Louis Tauran no han pasado inadvertidos durante estos años en los que lo hemos visto desempeñar sus funciones de camarlengo de la Santa Iglesia romana y presidente del Pontificio Consejo para el diálogo interreligioso con fuerza y pasión, a pesar de la enfermedad que lo debilitaba físicamente cada vez más.

¿Cómo podríamos olvidar la evidente emoción con la que anunció la elección de Jorge Mario Bergoglio el 13 de marzo de 2013? El pasado 12 de julio, durante sus exequias, el mismo papa Francisco deseó no solamente presidir los ritos funerarios de la «Última Commendatio» y la «Valedictio» - como es costumbre para los cardenales difuntos - sino que también quiso asistir a toda la celebración, uniéndose en oración profunda con la iglesia llena de amigos, colaboradores, fieles de diferentes tradiciones religiosas que vinieron para rendir un último homenaje a este hombre de diálogo.

Nació en Burdeos en 1943, fue ordenado sacerdote en 1969. Seis años después entró en el servicio diplomático de la Santa Sede ejerciendo diferentes funciones en varios países. Caballero de Gran Cruz de la Orden del Santo Sepulcro desde 1992, cuando era secretario para las relaciones de la Santa Sede con los Estados, el cardenal Tauran siempre ha trabajado a favor de la paz y la cultura del encuentro. Fue Juan Pablo II quien le nombró primer arzobispo titular de Telepte en 1990, consagrándolo obispo en 1991 y nombrándolo cardenal en 2003. Siguió los pasos del Papa Wojtyla en el don de sí mismo y de su energía hasta el final, en un cuerpo que luchaba desde hacía tiempo contra la enfermedad.

Recordemos que tan solo tres meses antes de su desaparición, en abril, el cardenal Tauran no quiso renunciar a su misión en Riad, una visita que representaba un gran paso ya que era la primera vez que Arabia Saudí recibía a un jefe del dicasterio de la Santa Sede. Durante su encuentro con Muhammad Abdul Karim Al-Issa, Secretario de la liga Islámica Mundial, Tauran afrontó preguntas candentes como las del extremismo religioso, el terrorismo, libertad de fe y la posibilidad de construir lugares de culto allí donde lo necesiten las comunidades religiosas, así como la plena ciudadanía para todos, más allá de las diferencias religiosas.

Recordemos algunas palabras de su importante última intervención pública: «Los terroristas quieren demostrar que es imposible vivir juntos. Nosotros creemos precisamente lo contrario. Debemos rechazar la agresión, la ignorancia y la difamación de las demás religiones. El pluralismo religioso es una invitación a reflexionar sobre nuestra fe porque todo diálogo interreligioso auténtico empieza con la proclamación de su propia fe. No decimos que todas las religiones están al mismo nivel, sino que todos los creyentes, todos los que buscan a Dios y todas las personas de buena voluntad que no tienen ninguna afiliación religiosa tienen la misma dignidad. Todos tienen que ser libres para adoptar la religión que deseen. Lo que nos está amenazando a todos nosotros no es el enfrentamiento de civilización, sino el enfrentamiento de ignorancias y radicalismos».

Mons. Miguel Ángel Ayuso Guixot, secretario del Pontificio Consejo para el diálogo interreligioso, se acuerda de él con estas palabras: «un caballero, un sacerdote, un pastor entregado a todo el mundo, un hermano para cada uno de nosotros. No le he oído nunca un lamento de su parte. Amable, cortés, siempre de buen humor, fue una persona humilde». Y concluye subrayando que el cardenal Tauran era sobre todo «una persona que ha creído en la humanidad», como es testigo el reciente libro que escribió: Yo creo en el hombre; las religiones forman parte de la solución no del problema.

El cardenal Tauran nos ha dejado durante un año en el que han desaparecido varias personas importantes del diálogo. Esto deja la responsabilidad de seguir su ejemplo y su enseñanza a los que trabajan en un contexto de diversidad religiosa, como la Orden del Santo Sepulcro, en el que la cultura del encuentro apoyada por el papa Francisco es un verdadero impulso de vida.


Elena Dini


(Verano 2018)