La valentía del encuentro y de la mano tendida
Durante el encuentro privado en el Palacio Real de Rabat, Mohamed VI y Francisco firmaron un llamamiento común reconociendo la unicidad y la sacralidad de Jerusalén.
El Gran Maestre de la Orden del Santo Sepulcro se encontraba en Tierra Santa con su equipo a primeros del mes de febrero, mientras que el papa Francisco realizaba su viaje a los Emiratos árabes unidos, país en el que ocho de los nueve millones de habitantes son inmigrantes con una situación frágil, entre los cuales muchos cristianos del Sureste de Asia.
Al evocar esta primera visita pontificia a la península arábiga, Mons. Giacinto-Boulos Marcuzzo, vicario patriarcal para Jerusalén y Palestina, expresó – delante del cardenal O’Brien y el equipo del Gran Magisterio – la profunda alegría de los cristianos de Oriente Medio con respecto al documento sobre la fraternidad humana, firmado en Abu Dabi por el Santo Padre y el Gran Imán de Al-Azhar, la institución sunita de referencia, basada en el Cairo, afirmando la necesidad de la libertad de religión. El texto insiste en la urgencia de «comprometernos para establecer en nuestra sociedad el concepto de plena ciudadanía y renunciar al uso discriminatorio de la palabra minorías quita los logros y los derechos religiosos y civiles de algunos ciudadanos al discriminarlos».
Con este documento se abre una nueva página de la historia en las relaciones entre las religiones, 800 años después de la entrevista amistosa a solas entre san Francisco de Asís y el sultán de Egipto al-Malik al-Kamil, sobrino de Saladín, que tuvo lugar en plena cruzada, en Damieta. El documento sobre la fraternidad humana, rubricado el 4 de febrero en Abu Dabi, está destinado a ser «una guía para las nuevas generaciones en la comprensión de la inmensa gracia divina que hace hermanos a todos los seres humanos».
Musulmanes de Oriente y de Occidente, con católicos de Oriente y Occidente, declaran «asumir la cultura del diálogo como camino» y «el conocimiento recíproco como método y criterio», deseando difundir la cultura de la paz, la justicia, el bien, la belleza, la fraternidad humana y la coexistencia común que pretenden como «ancla de salvación» para todos.
El Occidente podría encontrar en la civilización del Oriente los remedios para algunas de sus enfermedades espirituales y religiosas causadas por la dominación del materialismo. Y el Oriente podría encontrar en la civilización del Occidente tantos elementos que pueden ayudarlo a salvarse de la debilidad, la división, el conflicto y el declive científico, técnico y cultural», recuerda este documento, «símbolo del abrazo entre Oriente y Occidente, entre el Norte y el Sur y entre todos los que creen que Dios nos ha creado para conocernos, para cooperar entre nosotros y vivir como hermanos que se aman».
Este texto es el resultado de una colaboración orante y amistosa entre dos signatarios, que se han encontrado varias veces, especialmente durante la visita papal a Egipto en el mes de abril de 2017. El papa Francisco ve en ello, para la Iglesia católica, el desarrollo de las enseñanzas del Concilio Vaticano II, siguiendo los pasos del viaje de san Juan Pablo II a Casablanca, en agosto de 1985 y del encuentro de las religiones en Asís, en octubre de 1986. «Los procesos deben madurar como las flores, como los frutos», comentó en el avión que le llevaba de Abu Dabi a Roma.
Como continuación de su viaje a Abu Dabi – y del documento sobre la fraternidad humana firmado en esa ocasión – el papa Francisco se encontraba en Marruecos los dos últimos días del mes de marzo. Quiso promover el diálogo interreligioso en ese país que constituye un puente natural entre África y Europa, marcando también los ochocientos años del encuentro histórico entre san Francisco de Asís y el Sultán al-Malik al-Kamil. «Aquel acontecimiento profético manifiesta que la valentía del encuentro y la mano tendida son un camino de paz y armonía para la humanidad, allí donde el extremismo y el odio son factores de división y destrucción», subrayó delante del rey Mohamed VI que le acogía.
Durante el encuentro privado en el Palacio real de Rabat, Mohamed VI y Francisco firmaron un llamado común reconociendo la unidad y sacralidad de Jerusalén. «Consideramos importante preservar la Ciudad Santa de Jerusalén / Al-Quds Acharif como patrimonio común de la humanidad, y sobre todo para los fieles de las tres religiones monoteístas, como lugar de encuentro y símbolo de coexistencia pacífica, donde se cultivan el respeto recíproco y el diálogo», declararon, deseosos de que «en la Ciudad Santa se garantice la plena libertad de acceso a los fieles de las tres religiones monoteístas y el derecho de cada una a ejercer allí su culto».
Símbolo de este compromiso que preserva el diálogo interreligioso para el servicio de la esperanza, fr. Jean-Pierre, religioso trapense sobreviviente de la comunidad de Tibhirine, vive en el monasterio de Nuestra Señora del Atlas, en Midelt, Marruecos. El domingo 31 de marzo, el Papa se inclinó delante de este religioso ya muy mayor, y le besó la mano con un gran respeto, como para indicarnos con ese gesto el único camino de la renovación de la Iglesia: vivir el Evangelio sencillamente y dar su vida por amor.
François Vayne
(Mayo 2019)