«Hemos hecho este viaje en un momento en el que Tierra Santa vive un periodo de soledad a nivel internacional, desde el punto de vista de la presencia turística de los peregrinos que vienen habitualmente, sobre todo, en esta época del año en Jerusalén, en Belén y en otros lugares. Mientras el silencio provocado por esta ausencia se hacía notar en las calles del casco antiguo de una manera muy particular, pensamos junto con el Gobernador General que sería útil mostrar nuestra cercanía, nuestra solidaridad, y ofrecer nuestra ayuda de cara a la realidad de la falta de peregrinos y visitantes, lo cual también se traduce en una crisis económica. En efecto, pensamos en todas las personas que ya no tienen trabajo, que han sido despedidas, en las familias que ya no tienen ingresos…
Nos pareció oportuno, teniendo en cuenta nuestra vocación hacia Tierra Santa, estar presentes aquí ahora, considerando también la 57 Jornada Mundial de la Paz, aunque el Papa nos llame a la paz todos los días. Estar aquí, en este contexto de celebración deseado por Pablo VI, nos parecía la mejor forma de decir, también a nuestros Caballeros y Damas, que en este momento no nos olvidamos de Tierra Santa, del Patriarcado, de sus necesidades y sus obras… Precisamente por eso hemos venido.
Debo decir que hemos apreciado mucho este viaje, el cual se realizó en una atmósfera particular. Experimentamos la soledad en estos lugares, sobre todo, cuando recorrimos el Viacrucis, vacío, sin nadie. Esto es naturalmente obvio en una ciudad con tanta personalidad; el alma de Jerusalén es muy especial, al igual que los Santos Lugares, gracias a la presencia de los peregrinos. Los peregrinos dan vida, los peregrinos son la vida. Cuando los peregrinos no están, solo queda la estructura, como una hermosa concha a la que le falta algo: vida.
Y en cierto modo, hemos querido decir a los que desean venir: ¡Ánimo! Venir es posible, estar presente es posible. Por supuesto, no somos políticos para dar las garantías que requieren un Estado y la seguridad, pero pensamos que es posible. Teniendo en cuenta lo que hemos visto, lo que hemos vivido y la forma en la que nos han recibido, pensamos que es posible que Jerusalén y los Santos Lugares cobren vida de nuevo.
Visitamos algunas familias muy pobres, realmente pobres, familias que no solo estaban afectadas por la pobreza, sino que, además, en este momento, no tienen trabajo porque viven del turismo; esto es muy importante, ya que estas familias cristianas a las que visitamos, que viven en la pobreza y que, en cierta manera, representan una presencia estable en la Ciudad Santa, se encuentran en una situación extremadamente difícil si no tienen apoyo ni ayuda. Este es el primer aspecto.
Otro aspecto concierne el hecho de haber podido hablar y reunirnos con personas que habían vivido el trauma del 7 de octubre y las tragedias posteriores. Pudimos conversar con personas más cercanas al mundo hebreo y que, por tanto, sintieron con mayor intensidad el trauma, la enorme, incalificable e inaceptable masacre del 7 de octubre, pero también sentimos esta imposibilidad de salir, para tantas familias, debido a la destrucción.
El párroco de Gaza fue extraordinario: fue él quien nos acompañó, organizó nuestras visitas, actuó como nuestro mediador, por así decirlo, en los lugares sagrados, pero también quien nos ayudó a vivir la realidad de Gaza a través de los vínculos permanentes que mantiene con ella. No fuimos a Gaza, pero en cierto modo sí fuimos. Y también vimos, con alegría, como los pocos peregrinos presentes daban un “sentido profundo a la oración”. Casi parecía como si, en el silencio, la oración fuera más fuerte, más viva.
No solo vimos los lugares sagrados, la basílica… sino que, además, en Belén, pudimos sentarnos en la gruta, solos. Estábamos solos. Muy pocas personas estaban allí, sentadas, rezando en silencio. Este sentido de la oración también fue algo muy bonito, muy fuerte.
Hay muchos otros momentos que compartimos con los hermanos en la basílica, pero también en la parroquia que visitamos en Beit Sahour: una presencia hermosa, y esta presencia era la de una celebración un tanto triste, una celebración que no debe desaparecer pero que lleva en su corazón las huellas de esta realidad parroquial.
Son muchos los aspectos que pudimos captar. Y luego está el cariño de todas esas personas que necesitaban de nuestra presencia».