Mensaje del Gran Maestro para Cuaresma 2018
La Cuaresma son los cuarenta días de preparación para la Resurrección, se mencionó por primera vez como experiencia establecida en los decretos del Concilio de Nicea de 325.
La temporada santa nos llama al ayuno, a la oración y a la limosna. Desde el Concilio Vaticano II, el ritual de la iniciación cristiana de los adultos sirve de preparación litúrgica y catequética para aquellos que entran de pleno en comunión con la Iglesia. Para todos los creyentes es un periodo que ofrece extraordinarias oportunidades de crecimiento espiritual.
También existe esta asociación popular entre Cuaresma y sacrificio personal o “abandono” de algo bueno o frecuentemente atrayente. Igualmente, una insistencia incrementada sobre las obras de caridad y las buenas acciones.
Las oraciones de las misas de Cuaresma son especialmente enriquecedoras y remontan a los orígenes de la práctica de ese periodo de gracia. Deseo que podamos ir hacia ellas como oportunidad piadosa para buscar en Dios lo que la Cuaresma tendría que significar para nosotros. Por ejemplo: Concédenos, Oh Señor:
… que al tomar las armas contra los males espirituales, podamos armarnos con las armas de la moderación
… mirar con compasión nuestras debilidades y garantizanos tu protección
… comprender cada vez mejor las riquezas ocultas en Cristo.
Las peticiones de cada día son numerosas y profundas. Haciendo un esfuerzo especial para llegar un poco antes a la misa durante la Cuaresma, podríamos abrir el misal en la página de la colecta, la oración sobre las ofrendas o la oración después de la Comunión para enriquecer nuestra oración personal durante la misa y para la semana siguiente.
Edwin, cardenal O’Brien
(14 de febrero 2018)