A Nuestro Querido Hermano el Cardenal Edwin Frederick O’Brien
Arzobispo Emérito de Baltimore
Gran Maestre de la orden ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén
Es con alegría que nuestra atención se vuelve ahora hacia usted, nuestro venerable Hermano, mientras se prepara para celebrar el jubileo de oro de su ordenación sacerdotal con un espíritu de gratitud y acción de gracias. En efecto, cincuenta años han pasado desde ese día memorable – 29 de mayo de 1965 – cuando fue ordenado sacerdote después de haber acabado con diligencia sus estudios de filosofía y teología en el seminario de la archidiócesis de san José, en Dunwoodie.
Este acontecimiento feliz nos permite recordar las diferentes etapas de su progreso pastoral, en primer lugar dentro de su archidiócesis natal de Nueva York, luego entre los soldados, en Vietnam, así como en los Estados Unidos de América. Más tarde, usted estudió en Roma en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino donde obtuvo un doctorado en teología moral. De vuelta a su archidiócesis, ejerció con diligencia sus numerosas tareas pastorales asumiendo las responsabilidades de vicecanciller. Luego mostró sus numerosos talentos como director de comunicación de la archidiócesis, así como de secretario privado del Arzobispo de Nueva York. En los años que siguieron se dedicó a la formación, prudente y sabia, de sacerdotes, en primer lugar como rector del Seminario san José en Yonkers, luego como rector del Colegio pontificio norteamericano en Roma.
Habiendo reconocido sus competencias y su celo sacerdotal, San Juan Pablo II le elevó al rango de obispo y le nombró Obispo auxiliar de Nueva York el 6 de febrero de 1996. Del 1997 al 2007 desempeñó la función de Ordinario de la archidiócesis en los ejércitos americanos, predicando sin tregua las verdades de la salvación a los hombres y mujeres comprometidos en el ejército teniendo en cuenta las realidades del tiempo presente. Luego, en 2007, nuestro venerado predecesor Benedicto XVI le nombró Arzobispo Metropolitano de Baltimore, y durante cuatro años usted condujo a los fieles en la vía de la verdad y de la santidad. Ha contribuido ampliamente al avance de la nueva evangelización y ha animado particularmente las vocaciones sacerdotales y el renacimiento de las escuelas católicas. Ahora, mientras que usted cumple las funciones de Gran Maestre de la Orden ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén, a las cuales ha sido llamado en 2011, siempre fiel a su lema episcopal Pastores dabo vobis, vela atentamente por la vida espiritual de esta antigua y venerable asociación. El 18 de febrero de 2012, el Papa Benedicto XVI le ascendió al rango de cardenal, manifestando su admiración particular, su gratitud y su confianza en sus capacidades excepcionales.
No ignoramos tampoco la energía y la valoración que aporta a varios dicasterios romanos, en particular al de la Congregación para las Iglesias Orientales, la Congregación para la educación católica y las instituciones de enseñanza, el Consejo pontificio para la justicia y la paz, y el Consejo pontificio Cor Unum. También queremos subrayar su celo y su fidelidad hacia el Magisterio de la Iglesia, así como su diligencia en la ejecución de todas las demás tareas que le son confiadas. En sus dos misiones, sacerdotal y episcopal, usted siempre ha concedido una importancia primordial al bienestar espiritual de aquellos a los que usted sirve, así como de aquellos con los que usted sirve.
Es, por consiguiente, en un espíritu de caridad fraternal que estamos extremadamente felices por poder unirnos a usted para dar gracias a Dios, dispensador de todos los dones, y felicitarle por su ministerio fructuoso.
También le dirigimos nuestros deseos más sinceros, nuestro venerable Hermano, con el fin de que el Buen Pastor, por la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, vele sobre usted con vigilancia y le proteja. Con motivo de este aniversario particularmente importante, queremos transmitirle nuestra bendición apostólica que también extendemos a los que se le unirán a usted durante la celebración. Al mismo tiempo, pedimos sus oraciones y las de los demás, con el fin de que podamos cumplir con celo el ministerio de Pedro que nos ha sido confiado.
Desde el Vaticano, el 5 de mayo de 2015, en el tercer año de nuestro Pontificado