«¡Queremos seguir siendo las piedras vivas de Tierra Santa!»
Durante su visita de primavera a Israel y Palestina, los miembros de la Comisión para Tierra Santa del Gran Magisterio se sintieron profundamente conmovidos por los testimonios del personal administrativo del Patriarcado latino. George Akroush, director de la Oficina de Desarrollo del Patriarcado latino, respondió a nuestras preguntas.
¿Qué puede decirnos sobre la situación en Tierra Santa?
La situación es sumamente crítica. Nunca habíamos enfrentado desafíos de esta magnitud en lo que respecta a la presencia cristiana en Tierra Santa. Por desgracia, la mayoría de los cristianos no tienen trabajo desde el estallido de la guerra en Gaza. La comunidad cristiana depende en gran medida del sector turístico, y eso es precisamente lo que hace que este conflicto sea especialmente difícil para nosotros. De hecho, podemos afirmar que el 70% de la comunidad cristiana depende, directa o indirectamente, del turismo. Estas personas ya sufrieron mucho durante la pandemia de la COVID-19. Luego, solo pudieron trabajar durante un año antes de que la guerra estallara en Gaza, y ahora vuelven a enfrentarse a la falta de ingresos. Las autoridades israelíes han cerrado los puestos de control, lo que ha provocado que todos los cristianos que trabajaban en Jerusalén pierdan sus empleos, salvo un pequeño grupo que trabaja en organizaciones cristianas y algunas escuelas.
¿Cuántos puestos de control existen en Cisjordania?
Aproximadamente 900, incluyendo lo que llamamos los «muros de hierro». Esto significa que, incluso dentro de una misma ciudad, no se puede circular libremente de un lugar a otro. Ir de Ramala a Jerusalén se ha vuelto imposible, y desplazarse de Belén a Ramala es complicado, ya que uno puede quedarse retenido en un puesto de control entre tres y seis horas.
¿Cuál es la proporción de cristianos afectados?
Al menos la mitad de los cristianos de Cisjordania están sin trabajo. Y lo más importante es que no solo afecta a quienes trabajaban en hoteles, restaurantes, tiendas de souvenirs o en la artesanía —como la elaboración de productos en madera de olivo o nácar—, sino también a otras actividades vinculadas al turismo. Por ejemplo, en Belén hay muchas pastelerías cuyos propietarios han perdido al menos el 70% de sus ingresos anteriores. La Iglesia se enfrenta a un alto índice de desempleo. Según las estimaciones, el 74% de los jóvenes cristianos no tienen trabajo en la actualidad, lo que representa una carga humanitaria muy significativa para la Iglesia, que se ha convertido en el único recurso al que pueden acudir en estos tiempos tan difíciles.
La ayuda estadounidense ha cesado. ¿Cuál es el impacto de esta medida?
Tras la elección de Trump, la administración estadounidense decidió poner fin a los programas de USAID dirigidos a la población palestina, lo que afectó gravemente a sectores clave como la salud, la educación y las infraestructuras. Miles de personas perdieron sus puestos de trabajo, entre ellas numerosos cristianos —alrededor de 300— que trabajaban para los servicios de ayuda estadounidense en Jerusalén y Cisjordania. Actualmente, es el Patriarcado quien lidera en Tierra Santa la creación de empleo, la asistencia humanitaria, el suministro de material médico, así como la realización de operaciones y procedimientos médicos… todo ello gracias al apoyo de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén.
¿Qué otras organizaciones ayudan al Patriarcado?
Muchas organizaciones, iglesias y parroquias de todo el mundo nos prestan su ayuda, aunque ninguna con la magnitud del apoyo de la Orden, por supuesto. Creo que el segundo respaldo más importante para el Patriarcado es la AED, la Ayuda a la Iglesia Necesitada.
¿Qué mensaje puede compartir con nuestros miembros de todo el mundo para animarlos a apoyar a la Iglesia? ¿Cuáles son las prioridades concretas?
En primer lugar, creo que, sin el compromiso de los Caballeros y Damas, la Iglesia local no podría continuar con sus actividades, consideradas el único salvavidas para los cristianos de la región. Sin la Orden, no podríamos mantener nuestra misión educativa, el trabajo pastoral ni los programas de intervención humanitaria, incluida la creación de empleo. Muchas familias llevan dieciséis meses sin ingresos. Dependemos de la Orden para cubrir los costos de los medicamentos de las personas con enfermedades crónicas, así como para financiar las operaciones médicas. Por ejemplo, apoyamos a más de 50 estudiantes cristianos de medicina, un programa que implica un alto coste, pero que también transforma vidas, ya que les permite alcanzar independencia y ayudar a otros en un futuro cercano. Gracias a la Orden, hemos podido conseguir fondos para llevar a cabo esta vital iniciativa.
Cuéntenos un poco sobre su vida. ¿Cuál es su esperanza?
Nací en Jerusalén y soy palestino. Como hombre y padre de tres hijos —dos niñas y un niño, de 21, 18 y 11 años—, nunca había visto algo así ni enfrentado un desafío semejante. El próximo año cumpliré 50 años y he sobrevivido a varias guerras que han marcado nuestra región: la primera Intifada, las guerras del Golfo, la segunda Intifada y más de seis conflictos en Gaza. Trabajo para las instituciones de la Iglesia desde hace 27 años, pero nunca había vivido una situación similar. Por esta razón, apelamos a todas las personas que desean ser testigos de la presencia continua de los cristianos en Tierra Santa, para que nos apoyen aún más. Sería demasiado doloroso contemplar una Tierra Santa, tierra de la encarnación y la salvación, sin presencia cristiana. No queremos convertir esta tierra en un museo, queremos seguir siendo las piedras vivas de la tierra de nuestro Señor Jesús.
El papa Juan Pablo II contribuyó a derribar el muro de Berlín. ¿Cree que un papa podría poner fin a esta guerra?
El papa Francisco, al igual que el papa León, dijo que la esperanza en acción consiste en reconstruir puentes y derribar muros… Para nosotros, es un gran sueño poder vivir algún día en una Tierra Santa sin muros ni todas esas complicaciones que afectan a Israel, Palestina y Jordania. Compartimos la misma historia y, a su vez, tendremos el mismo futuro. Por eso, las únicas soluciones posibles son la paz y la justicia, para que nuestros hijos puedan quedarse en su tierra, por el bien de Tierra Santa y para que todos los cristianos que emigraron a Latinoamérica, Europa y otras partes del mundo puedan regresar algún día. Por ejemplo, en Santiago de Chile existen más de 500 000 cristianos palestinos que abandonaron Tierra Santa debido a la difícil situación política y socioeconómica. Cualquier acuerdo de paz entre Israel y Palestina beneficiaría a los cristianos atrapados en este terrible conflicto. Por esta razón, rezo para que, en un futuro cercano, algún papa pueda también derribar estos muros.
Entrevista realizada por François Vayne
(Junio de 2025)