Dama de la Orden y boxeadora: la historia de Teresa

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Teresa Mascione

«“Orden y disciplina”: estas palabras me han acompañado durante toda mi vida.

Soy la feliz hija de un mariscal de Carabineros y me educaron desde muy pequeña en el respeto a las normas, escuchando una y otra vez la misma frase: “¡Orden y disciplina!”. Estas palabras, que son una especie de ley constitucional en la familia Mascione, me han moldeado a lo largo de los años, tanto espiritual como culturalmente.

Nací en Padua y crecí en Campobasso desde los dos años. Después de graduarme como contableprogramadora, soñaba con una gran carrera, así que me matriculé en la universidad y me gradué en Derecho. Luego me licencié como abogada y muy joven empecé una carrera profesional en el sector de los seguros, primeramente en una agencia e inmediatamente después en una compañía de seguros, donde sigo trabajando en la actualidad.

Estoy muy orgullosa de haber entrado en la Orden, a la que me había acercado inconscientemente hace muchos años, cuando era una niña y empecé a acudir a la iglesia, al coro, al oratorio y a la catequesis para recibir mi Primera Comunión y encontrarme con Jesús con mi primer acercamiento al Evangelio, porque, como subrayó nuestro Gran Maestre el cardenal Fernando Filoni, “La pertenencia a la Orden del Santo Sepulcro no se produce fuera de la Iglesia, sino dentro de ella”.

Hace unos años conocí a unos miembros de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, ya que la sede de la sección Abruzzo-Molise y la delegación de la Orden se encuentran en mi ciudad: personas excepcionales, entre ellas el decano de la sección, el Gran Oficial Carmine De Camillis, que me invitó a asistir a sus reuniones y a quien debo mi introducción en la Orden. En el primer encuentro espiritual al que fui invitada, tuve la oportunidad de conocer mejor su nobleza de espíritu, su lealtad y entrega a la Orden, su compromiso de testimonio, fe y caridad hacia Tierra Santa, y me sedujo, hasta el punto de pedir con fuerza y convicción que se iniciara el proceso de formación y preparación, durante el cual se arraigó en mí la firme voluntad y determinación de formar parte de este maravilloso mundo de solidaridad y amor.

Ser Dama de la Orden del Santo Sepulcro es para mí un gran honor, un compromiso constante y permanente con la Iglesia católica y hacia todo cristiano, no solo económicamente sino también y ante todo espiritualmente, porque «pertenecer a la Orden significa tener la convicción del valor espiritual de la propia pertenencia y, al mismo tiempo, del grandísimo valor de la caridad» (citando al cardenal Fernando Filoni - Y toda la casa se llenó del aroma del perfume).

Deseo vivamente, en cuanto la situación socio económica y política mejore, poder ir a Tierra Santa con mis hermanos. Ver el Santo Sepulcro, tocar y pasearme por los lugares donde vivió Jesús, ver las obras caritativas y sociales realizadas, incluida la contribución tangible de solidaridad material y espiritual que enviamos para ayudar a nuestros hermanos cristianos y a sus familias que viven en condiciones difíciles allí, es una experiencia humana y de fe que deseo poder hacer y contar como un testimonio cristiano de una parte de la historia milenaria, en lugares donde el tiempo parece haberse detenido.

La disciplina, la técnica, la educación y el orden forman también parte del deporte que practico desde hace muchos años en mi tiempo libre: el boxeo.

Me acerqué a esta disciplina poco a poco porque me fascinaba esta forma de vida que propone siempre nuevos retos y la capacidad de reaccionar ante los golpes. Combatir no es solo una acción física, sino que entrena, enriquece, hace crecer, es una reacción psicológica ante la adversidad, esas situaciones en las que no importa ganar o perder, sino que nos enseñan el valor y el respeto.

Sigue habiendo mucha confusión y casi ignorancia en la comparación entre el boxeo y la lucha callejera. Deberíamos considerar este deporte con más humanidad, romper el estereotipo de violencia representada por el deporte físico y utilizar el término correcto para definirlo: el noble arte del boxeo. Es al final de un combate cuando se puede entender todo esto, con el abrazo de los dos boxeadores al final de la pelea. Es un gesto que demuestra que ganar a un rival no es sinónimo de superioridad, sino de determinación y respeto mutuo.

A la base de cada combate hay muchos sacrificios, sobre todo cuando ya no eres tan joven, como yo, y el trabajo te ocupa la mayor parte del día, pero son estos sacrificios los que te llevan a la victoria, y personalmente me han acompañado hacia la conquista del título de vicecampeona de Italia de boxeo de peso ligero en 2019.

En la cultura griega, la palabra “atleta” era utilizada cuando se hablaba de una figura más compleja que un simple deportista; encarnaba todas las virtudes y valores del ser humano, y puedo decir que me siento Atleta, con mayúsculas, en el ring y fuera de él, porque el deporte, como fuente de principios, puede ser un lugar de inspiración para los demás para revitalizar el compromiso cívico en la sociedad, y un lugar para hacer crecer a la persona y educarla en la fe y el cristianismo en el ejercicio de las diferentes disciplinas. Por este motivo se ha publicado el Código europeo de ética deportiva, cuyo principio fundamental es el juego limpio, que incluye las nociones de amistad, respeto mutuo, honestidad y espíritu de equipo. Cada día intento transmitirlo a mis compañeros, sobre todo a los más jóvenes, para que “den lo mejor de sí mismos”, expresión utilizada reiteradamente por el papa Francisco y el cardenal Kevin Farrell en el documento vaticano sobre el deporte, animándoles a ser mejores personas en el mundo, en todos los aspectos de la vida, porque el esfuerzo del deporte para conseguir sus objetivos puede compararse, en el ámbito de la fe, al compromiso con la Iglesia de mantener una vida cristiana orientada hacia el bien y el amor al prójimo».

 

Teresa Mascione
Lugartenencia para Italia central

 

(Marzo de 2022)