El amor del papa por Tierra Santa
La cercanía del papa Francisco con la tierra de Jesús era incuestionable, especialmente desde su histórica peregrinación en mayo de 2014, durante la cual, como papa peregrino, se aproximó a la realidad de una tierra tan querida como compleja. El 25 de mayo de 2014, desde la Plaza del Pesebre de Belén, las palabras del santo padre fueron bien claras y directas: «Señor Presidente Mahmoud Abbas, en este lugar donde nació el Príncipe de la paz, deseo invitarle a usted y al Señor Presidente Shimon Peres, a que elevemos juntos una intensa oración pidiendo a Dios el don de la paz. Ofrezco la posibilidad de acoger este encuentro de oración en mi casa, en el Vaticano», que, efectivamente, tuvo lugar el 8 de junio de 2014. «Todos deseamos la paz – continuó el papa argentino –; muchas personas la construyen cada día con pequeños gestos; muchos sufren y soportan pacientemente la fatiga de intentar edificarla. Y todos tenemos el deber, especialmente los que están al servicio de sus pueblos, de ser instrumentos y constructores de la paz, sobre todo con la oración».
«Construir la paz es difícil, pero vivir sin ella es un tormento», concluyó de manera profética aquel día el papa Francisco. Desgraciadamente, este sufrimiento se ha vuelto cada vez más evidente a lo largo de los años. El interés constante del papa por la situación en Tierra Santa le permitió sentirse profundamente cercano a las poblaciones que han sufrido a lo largo de estos últimos 18 meses. El padre Gabriel Romanelli, párroco de la parroquia latina de Gaza, fue testigo de ello: cada vez que podía, el papa Francisco lo llamaba por la tarde para preguntarle si había novedades o simplemente para conversar, mientras que, en el exterior de la iglesia, la devastación y la muerte arrasaban todo a su paso.
Finalmente, queremos resaltar el conmovedor mensaje que el papa preparó para el urbi et orbi de su última Pascua, pocas horas antes de su fallecimiento: «Es preocupante el creciente clima de antisemitismo que se está difundiendo por todo el mundo. Al mismo tiempo, mi pensamiento se dirige a la población y, de modo particular, a la comunidad cristiana de Gaza, donde el terrible conflicto sigue llevando muerte y destrucción, y provocando una dramática e indigna crisis humanitaria. Apelo a las partes beligerantes: que cese el fuego, que se liberen los rehenes y se preste ayuda a la gente, que tiene hambre y que aspira a un futuro de paz».
(Abril de 2025)