La Bienaventurada Virgen Maria Reina de Palestina

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La Bienaventurada Virgen Maria Reina de Palestina

En todas las Lugartenencias de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro, la fiesta de Nuestra Señora, Reina de Palestina, es celebrada con alegría en torno al 25 de octubre, fecha exacta de la fiesta según el calendario litúrgico.

Fue el Patriarca Luigi Barlassina (1920-1947), con motivo de su entrada solemne en la Basílica Catedral del Santo Sepulcro, el 15 de julio de 1920, y de la consagración de la Diócesis a María, cuando la invocó por primera vez con el título de “Reina de Palestina”.

El vínculo particular de Nuestra Señora, Reina de Palestina, con la Orden de Caballería del Santo Sepulcro remonta al pontificado de san Juan Pablo II. En 1983, 50 años después de la institución de la fiesta, san Juan Pablo II – dirigiéndose a los Caballeros y Damas de las Lugartenencias de Italia septentrional y central – les exhorta a ser testigos de Cristo en la vida diaria y continuar la obra de la Orden en Tierra Santa bajo la protección de Nuestra Señora.

Diez años después, en 1993, el Gran Maestre de la Orden, el cardenal Giuseppe Caprio, pidió a san Juan Pablo II la elección de Nuestra Señora, Reina de Palestina, como patrona de la Orden. El Santo Padre respondió el 21 de enero de 1994 con un decreto que acordaba lo que había sido pedido.

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RECEMOS POR LA PAZ EN TIERRA SANTA 

Reina de la Paz,
Hija elegida de una tierra asolada una vez más por las guerras, el odio y la violencia.
Nosotros, Caballeros y Damas del Santo Sepulcro, te dirigimos nuestra súplica llena de confianza:
No permitas que el llanto de Jesús a la vista de la Ciudad Santa, que no entendía el don de la paz,
pueda, una vez más, caer en la indiferencia y el cálculo político.
Mira las aflicciones de tantas madres, padres, hermanos e hijos,
víctimas de energías destructivas ciegas y sin futuro.
Inspira formas de diálogo, una vigorosa voluntad de encontrar una solución a los problemas
y una colaboración con cierta esperanza.
Que nunca nos acostumbremos a la opresión,
a considerar las luchas como "inevitables" y las víctimas que producen como "colaterales".
Que la lógica de la agresividad no prevalezca sobre la buena voluntad
y que la solución de los numerosos problemas no se considere imposible.
Al igual que Tu oración en medio de los discípulos en Pentecostés,
obtén del Todopoderoso que las situaciones en Tierra Santa,
aunque parezcan insuperables, encuentren una solución feliz.
AMÉN


Fernando Cardenal Filoni