La canonización de Bartolo Longo
El decreto que aprobó la futura canonización de Bartolo Longo, Caballero de la Orden del Santo Sepulcro, fue firmado el pasado invierno por el papa Francisco durante su última hospitalización en el hospital Gemelli. Más tarde, su sucesor, León XIV, estableció la fecha de la celebración en el primer consistorio del nuevo pontificado, conmemorado el 13 de junio. De este modo, su canonización tendrá lugar el 19 de octubre. En el siguiente artículo, el embajador Leonardo Visconti di Modrone, Gobernador General de la Orden, repasa la vida de este gran testigo de la fe.
El pasado 25 de febrero, los devotos de Nuestra Señora de Pompeya de todo el mundo recibieron con alegría un anuncio largamente esperado: el papa Francisco, desde su cama de hospital, aprobó la canonización de Bartolo Longo, quien ya había sido beatificado por el papa Juan Pablo II el 26 de octubre de 1980.
Pero ¿quién fue este personaje extraordinario, hoy sepultado en el santuario de Pompeya, revestido con el manto y las insignias de Caballero de Gran Cruz de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, en una capilla dedicada a su memoria?
Bartolo Longo desempeñó un papel crucial en la creación de la «Nueva Pompeya», una ciudad que se desarrolló en torno al santuario de Nuestra Señora del Rosario.
En 1872, Bartolo Longo se trasladó al Valle di Pompei y quedó profundamente impactado por la pobreza espiritual y material de la población. Convencido de la necesidad de un renacimiento religioso y social, comenzó a promover la devoción al Rosario. En 1875, con la llegada del Cuadro de la Virgen (el 13 de noviembre), dio inicio a la construcción de un santuario dedicado a la Virgen, cuya primera piedra se colocó el 8 de mayo de 1876 y que fue consagrado el 7 de mayo de 1891. En torno al santuario, Bartolo Longo mandó construir orfanatos para niñas, centros de acogida para los hijos de los presos, una imprenta destinada a la publicación de documentos religiosos y la difusión de la devoción al Rosario, viviendas para los obreros y una escuela de música. Estas obras sociales y religiosas favorecieron el desarrollo de otras infraestructuras esenciales, como una estación de tren, oficinas de correos, telégrafos, carreteras, acueductos y redes eléctricas. Su trabajo incansable contribuyó a convertir el santuario de Pompeya en un importante centro de peregrinación mariana. Asimismo, fue el artífice del nacimiento y desarrollo de la ciudad moderna de Pompeya, transformando una zona desolada en un centro de fe, caridad y progreso social.
Por tanto, la decisión del papa Francisco buscaba rendir homenaje a un santo moderno y pionero de su época. Bartolo Longo, con su visión profética que unía fe y caridad, anticipó la encíclica Rerum Novarum del papa León XIII y encarnó la preocupación de la Iglesia por los más necesitados, ofreciendo un ejemplo brillante de santidad laica.
Su fe, nacida de una profunda conversión desde una visión laicista y atea de la vida, era fuerte y sincera, tal como muestra la intensidad de sus oraciones. En su Súplica a la Reina del Rosario de Pompeya, en la versión original compuesta en 1883, encontramos expresiones de devoción realmente conmovedoras: «…con la confianza de hijos os manifestamos nuestras necesidades…», «no nos retiraremos de vuestras plantas hasta que nos hayáis bendecido » y «serás nuestro alivio en la hora de la muerte; tuyo nuestro último beso mientras que nuestra vida se consume».
Además, su fe se concretó, ante todo, en un compromiso firme con la caridad y el amor hacia los excluidos, todo ello mediante la creación de iniciativas innovadoras para la acogida y la educación de huérfanos, indigentes, menores desfavorecidos e hijos de presos.
La canonización de Bartolo Longo, miembro ilustre de nuestra Orden en virtud de la distinción de Caballero de Gran Cruz concedida por un breve apostólico del papa Pío XI, datado el 5 de marzo de 1925, es por tanto un acontecimiento de extraordinaria importancia para todos nosotros, Caballeros y Damas.
Si examinamos el artículo 4 de nuestros Estatutos, que enumera los compromisos de un miembro (renuncia personal, generosidad, coraje, solidaridad, atención, implicación y colaboración), constatamos que Bartolo Longo es un claro ejemplo para cada uno de estos compromisos.
De hecho, renunció a sus intereses personales por el bien común, dedicando su energía y recursos a los excluidos y más necesitados.