Allanar el camino hacia el futuro en Tierra Santa

Entrevista con Eric-Emmanuel Schmitt

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Eric Emmanuel Schmitt Santo Sepolcro - 1

Su libro «El desafío de Jerusalén» es fruto de su extraordinaria peregrinación a Tierra Santa. ¿Cuáles fueron los encuentros que marcaron su camino espiritual?
En primer lugar, tengo que hablar del encuentro con esta tierra y el aspecto merioriental del cristianismo que contrasta con lo que vivimos en Europa. Allí, me encontré con la dimensión bucólica y pastoral de los Evangelios, que aporta toda su fuerza a las metáforas empleadas en la Biblia. Después, por supuesto, debo añadir el encuentro en el Santo Sepulcro, el más importante, el momento en el que incomprensiblemente sentí la presencia de Jesús. Este encuentro alteró mi cristianismo, que pasó de ser intelectual a carnal, de ser elección a necesidad. Los Evangelios me habían conmovido en profundidad y no podía dejar de pensar en lo que el cristianismo ofrecía de diferente al resto de religiones. De repente, la experiencia me enfrentó a una forma de necesidad y mi fe se convirtió en una voluntad de aceptar la realidad. Para mí, el cristianismo ya no tiene nada de opcional. El cristianismo no es una opción, ¡es una necesidad! A su vez, debo mencionar a dos personas con las que tuve mucho contacto: la guía judía Gila, que fue totalmente acogedora, y un sacerdote, el padre André, un hombre de fe que era pastor e intelectual al mismo tiempo. El padre André, que había venido de la isla de La Reunión junto a los peregrinos, había trabajado al servicio de los niños de Belén. La emoción de su reencuentro con el pueblo demostró la importancia de mantener nuestra relación con la gente de Tierra Santa, por simple preocupación por los demás, con amor, como hacen los miembros de la Orden del Santo Sepulcro.

 

Por otro lado, también se reunió con el patriarca latino de Jerusalén. ¿En qué se centró su conversación?
Me impresionó su comprensión sin prejuicios de las complejas y trágicas situaciones que Tierra Santa está experimentando. Su capacidad para ser él mismo, es decir, profundamente cristiano, en mitad de esta complejidad, allana el camino hacia el futuro. En mi opinión, su actitud se caracteriza por la aceptación de la coexistencia y el deseo de trazar un camino de compartición.

 

¿Tierra Santa puede pertenecer a un único pueblo o es la tierra de Dios y, por tanto, de todos?
El desafío de Jerusalén es que esta ciudad nos llama a ser hermanos y no fratricidas. En esta tierra en la que nacieron dos religiones monoteístas, la judía y la cristiana, y que también es muy importante para los musulmanes, Dios – tras decir “escúchenme” y “óiganme” durante mucho tiempo – se retira y nos dice “escúchense los unos a los otros”. Debemos asumir el reto de entendernos.

 

¿Podría la dramática situación que se vive en Tierra Santa desde el 7 de octubre de 2023 provocar al fin un despertar a favor de la tan ansiada paz?
Yo soy un optimista trágico. El progreso en la historia no se consigue a través de la voluntad de hacer el bien, sino de evitar el mal. Considero que el verdadero motor de la historia es la catástrofe. La catástrofe desencadena una reacción y, entonces, la humanidad busca formas de evitar que se repita. Los seres humanos no se mueven por la voluntad de hacer el bien, sino por la voluntad de hacer el menor mal. En este sentido, me parece que el estrangulamiento absoluto, la imposibilidad de vivir los unos con los otros que estamos presenciando en la actual Tierra Santa, provocará un despertar beneficioso, pero ¿a costa de cuántas muertes? Esta es la filosofía de la historia de Emmanuel Kant, en la que imagina instancias reguladoras en relación con el mal radical. En su ensayo Sobre la paz perpetua, publicado en 1795, muestra que el mal está en la raíz del progreso, la mejora y el bien.

 

María de Nazaret experimentó el amor del Padre Celestial hacia ella, quien le dio una gran paz y libertad interior para escapar del mundo de las apariencias y vivir con humildad a la luz de la voluntad divina. ¿Ha experimentado usted también en Tierra Santa el amor de Dios, esa fuente de profunda paz y libertad?
Debo confesar que este amor de Dios hacia mí, hacia nosotros, no me aporta paz, me impresiona y me hace sentir completamente indigno. Todavía estoy un poco atónito por la experiencia espiritual que viví en Jerusalén. Estoy al principio del camino, pero realmente en marcha, consciente de mis carencias y de lo mucho que me queda por hacer… Al final, el centro de la experiencia del peregrino es ese desorden interior provocado por la presencia del amor más grande, el cual nos pone en camino hacia algo distinto de lo que hasta entonces era importante para nosotros y ¡nos vuelve hacia lo esencial!

 

¿Qué mensaje le gustaría enviar a los miembros de la Orden del Santo Sepulcro, cuya mirada interior siempre se dirige a Jerusalén?
Animo a los Caballeros y Damas de la Orden a asumir su identidad. Si son plenamente ellos mismos en la luz, a la vez humildes y orgullosos, entonces serán transparentes y testigos de la hermosa misión que han recibido. Realmente, ¡les deseo que se sientan orgullosos de ser humildes! En esta dinámica espiritual, les diría que sean cada vez más mediadores de paz a través del apoyo moral y material que prestan a las poblaciones más afligidas de Tierra Santa.

 

Entrevista realizada por François Vayne

 

(Abril 2025)