«Viví tres años en el interior del Santo Sepulcro»
Francesca Romana Stasolla, profesora titular de Arqueología Cristiana y Medieval en la Universidad La Sapienza de Roma, es miembro de la Pontificia Academia Romana de Arqueología y directora de numerosos proyectos de excavación, entre ellos el realizado para la pavimentación de la basílica del Santo Sepulcro. Profesora, usted pasó muchos meses en el Santo Sepulcro de Jerusalén, participando en los trabajos arqueológicos previos a la pavimentación del edificio.
¿Cómo se sintió durante ese periodo tan privilegiado?
Junto con el equipo de arqueólogos y colegas de diversas disciplinas (botanistas, geólogos, arqueozoólogos, historiadores, filósofos, etc.) de la Universidad «La Sapienza», vivimos cerca de tres años en el interior de la basílica, con solo una breve interrupción tras los acontecimientos del 7 de octubre de 2023. Fue una experiencia extraordinaria desde el punto de vista profesional y humano. Nunca imaginamos que tendríamos la oportunidad de llevar a cabo unas excavaciones de tal magnitud en este lugar sagrado en el que se resume toda la historia de Jerusalén, desde la Edad del Hierro, es decir, a partir del siglo VIII a. C., hasta nuestros días.
Desde un punto de vista humano, lo que más nos conmocionó fue la capacidad de convivencia entre las distintas comunidades de Jerusalén, una ciudad multicultural y multiconfesional por excelencia. Experimentamos una transformación profunda a lo largo de los meses que pasamos observando este «milagro» permanente de convivencia en medio de las complejidades sociales y religiosas de la región. Para nosotros, fue un ejercicio de inserción discreta en esta armoniosa complejidad, una vivencia que amplió enormemente nuestra perspectiva. Buscamos comprender sin juzgar, pero también aceptamos que a veces no comprendemos ciertas situaciones, todo ello sin dejar de estar cerca, desde el punto de vista humano, de las personas que conocimos. Nuestro objetivo se centraba en tender puentes entre todos los mundos que convergen en el Santo Sepulcro. Conectar con cada uno de ellos y encontrar poco a poco las claves de esas relaciones nos permitió integrarnos cada vez más en la realidad del santuario de la Resurrección. Actualmente, contamos con muchos amigos en Jerusalén.
¿Cómo definiría al Santo Sepulcro?
No es solo una iglesia, sino un santuario abierto a todo el mundo, sin controles en la entrada, situado en pleno corazón del casco antiguo de Jerusalén. Como le decía, viví tres años en el interior del Santo Sepulcro, y este extraordinario lugar inspira mucha paz. ¡No se puede derribar una puerta abierta! Este recibimiento espiritual permanente, encarnado por la basílica, conmueve los corazones y favorece el recogimiento, el respeto mutuo, el entendimiento más allá de las diferencias y la disposición a ayudarnos los unos a los otros. Esta convivencia es sorprendente, especialmente en un momento histórico tan difícil y conflictivo.