Agradezcamos el pasado, acojamos el presente y abrámonos al futuro
Los Caballeros y Damas de la Orden de diversas generaciones transmiten la fe cristiana allí donde viven (Foto: Miembros de la Delegación de Rieti, Italia).
Suelo recibir cartas de Caballeros y Damas de nuestra Orden en las que me cuentan su ingreso en nuestra institución pontificia. Son recuerdos entrañables que a veces se remontan a veinte, treinta o incluso cuarenta años atrás.
El hecho de que ese recuerdo siga tan arraigado en la vida de nuestros miembros es una clara señal de la importancia que tiene para cada uno de ellos esta pertenencia que ha acompañado tantos años de su vida junto a sus múltiples experiencias personales y profesionales.
Esta riqueza de vida es un regalo para la Iglesia y para toda la Orden, que crece gracias a la experiencia de vida de sus miembros. A finales de julio rendimos homenaje a Mons. Franco Croci, Gran Prior de la Lugartenencia de Italia Central, fallecido a los 91 años. Como tuve el placer de recordar en la celebración de sus funerales, Mons. Croci «vivió sesenta años como ministro del Señor, primero en Crema y luego, durante más de cincuenta años, al servicio de la Santa Sede». Ejerció muchos ministerios y su profunda autoridad espiritual, así como su atento y constante acompañamiento pastoral, jamás faltaron ni para la Iglesia ni para nuestra Orden.
Como él, muchos Caballeros y Damas han contribuido durante muchos años a la vida de la Iglesia y de la Orden en particular, y siguen haciéndolo con generosidad y dedicación. ¡Qué gran riqueza es su experiencia humana, social, cultural y profesional, basada en la unión fiel al misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo!
En su mensaje para la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores, que se celebró el 25 de julio, el papa Francisco se apoya en la misión que Jesús nos confía a todos: «En el Evangelio de Mateo, Jesús dice a los Apóstoles: “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado” (28,19-20). Estas palabras se dirigen también hoy a nosotros y nos ayudan a comprender mejor que nuestra vocación es la de custodiar las raíces, transmitir la fe a los jóvenes y cuidar a los pequeños». «No hay edad en la que puedas retirarte de la tarea de anunciar el Evangelio, de la tarea de transmitir las tradiciones a los nietos. Es necesario ponerse en marcha y, sobre todo, salir de uno mismo para emprender algo nuevo».
Dirigiéndose directamente a todos aquellos que son portadores de tantas experiencias, el Santo Padre hace una invitación especial en su mensaje: «En esta perspectiva, quiero decirte que eres necesario para construir, en fraternidad y amistad social, el mundo de mañana: el mundo en el que viviremos —nosotros, y nuestros hijos y nietos— cuando la tormenta se haya calmado. Todos “somos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de las sociedades heridas” (Fratelli tutti, n.º 77). Entre los diversos pilares que deberán sostener esta nueva construcción hay tres que tú, mejor que otros, puedes ayudar a colocar. Tres pilares: los sueños, la memoria y la oración. La cercanía del Señor dará la fuerza para emprender un nuevo camino incluso a los más frágiles de entre nosotros, por los caminos de los sueños, la memoria y la oración».
A veces la sociedad nos empuja a mirar con ansiedad el paso del tiempo. Dios nos ofrece la posibilidad de entrar en una dinámica diferente, de agradecimiento por el pasado, acogida del presente y apertura al futuro. Invito a cada miembro de la Orden a vivir plenamente esta dimensión temporal y llevar la noble visión que la Iglesia siempre nos ha propuesto, basada en la dignidad de la persona, de cada persona, en todas las etapas de la vida. Confío el don de esta reflexión a los Caballeros y Damas que, también en el ámbito familiar, aportan su rica experiencia de vida.
Fernando Cardenal Filoni
(septiembre 2021)