Con la sensibilidad de la Madre de Dios

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Maria Madre de Dios

El misterio de Belén ocupa nuestros corazones estos días, y el Papa Francisco nos invita a vivirlo unidos a la actualidad del mundo. “Paz para las mujeres y para los hombres de la amada Tierra Santa, elegida y predilecta por Dios”, declara éste en su mensaje Ubi et Orbi, el día de la Natividad del Señor. “Que los Israelís y los Palestinos tengan la valentía y la determinación de escribir una nueva página de la historia, en la que el odio y la venganza cedan el lugar a la voluntad de construir conjuntamente un futuro de recíproca comprensión y armonía”, añadió, invocando de manera más amplia la paz y la concordia para todas las poblaciones víctimas de conflictos en el mundo, en particular por los niños.

“Dejémonos interpelar por el Niño en el pesebre, pero dejémonos interpelar también por los niños que, hoy, no están recostados en una cuna ni acariciados por el afecto de una madre ni de un padre”, decía también durante la misa de Navidad en la basílica de San Pedro, volviendo nuestras miradas hacia los niños “que yacen en el refugio subterráneo para escapar de los bombardeos, sobre las aceras de una gran ciudad, en el fondo de una barcaza repleta de emigrantes...”

Al día siguiente meditaba sobre “el poder del amor” que lleva a Dios a hacerse hombre en Jesucristo, proponiéndonos así rezar por todos los niños del mundo, “sobre todo por los privados de la alegría de la infancia a causa del hambre, de las guerras y del egoísmo de los adultos”.

Esta llamada insistente del Santo Padre coincide con lo que el Gran Maestre de la Orden del Santo Sepulcro nos ha pedido durante este tiempo, deseando que nos comprometamos cada vez más espiritualmente por las intenciones de los niños de los emigrantes en Tierra Santa ayudados materialmente por nuestra institución pontificia.

Pensemos en ellos con la sensibilidad de la Madre de Dios, inclinándonos, rebajándonos, haciéndonos pequeños frene a su debilidad, lejos de esos “lujos de la apariencia” denunciados de nuevo por el sucesor de Pedro durante las recientes celebraciones.

Vayamos – gracias a estos niños – hacia Jesús, vayamos con confianza, en la sencillez de la vida. Que nuestra actitud interior coincida con la de la Virgen María, contemplando la presencia divina que nos atrae con su ternura. Así podremos ser testigos con ella de un Dios humilde, que ama y que se hace afín de todos. 


François Vayne


(28 de diciembre 2016)