Una familia de la Orden en peregrinación

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Una familia de la Orden en peregrinación

Durante una comida de Navidad que reunía a nuestros hijos y nietos, les propusimos hacer un viaje a Tierra Santa para celebrar juntos nuestras bodas de Oro: 50 años de matrimonio tienen que festejarse y, ante todo, en familia. Su respuesta fue unánime y entusiasta, fijamos inmediatamente la fecha.

Enseguida nos pusimos en contacto con el Padre Christian Eeckhout, dominico residente en Jerusalén y miembro de la Lugartenencia belga de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro. Está vinculado con la Escuela Bíblica y conoce perfectamente Tierra Santa en un plano histórico y arqueológico. Le pedimos que nos preparara un programa de una semana y que fuera nuestro guía, cosa que aceptó inmediatamente. Para los nietos creamos un cuaderno de viaje, con algunas notas y fotos sobre el país y lugares que íbamos a visitar. Esto les permitiría preparar el viaje y entrar en lo que íbamos a vivir.

El gran día de la salida llega y nos encontramos pronto por la mañana en el aeropuerto de Bruselas para un vuelo por Zurich con destino a Tel-Aviv. Nos recibió el P. Christian que nos esperaba con el chófer y el autobús que nos acompañó durante el viaje. Éramos 16 personas, nuestros tres matrimonios y 8 nietos, el 9°, el mayor, Charles de 21 años, estaba con una beca “Erasmus” en la Universidad de Shanghai. Todos hemos sentido no poder compartir esta experiencia juntos, pero gracias a “skype”, el contacto estuvo asegurado durante nuestro periplo.

En Belén fuimos acogidos calurosamente en “guesthouse” de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Esto se encuentra al lado de la Guardería ayudada por la Orden del Santo Sepulcro, donde las religiosas acogen un centenar de huérfanos y también del hospital (maternidad y centro neonatal) que también ayuda la Orden de Malta. Al día siguiente fuimos a Ain Karem, lugar de nacimiento de san Juan Bautista, de allí nos dirigimos a los extraordinarios montes de Judea, desérticos y muy accidentados para llegar a los “Campos de los pastores” donde pudimos visitar una gruta parecida a aquella donde la Virgen habría dado a Luz, no en la “sala común” nos dice el Evangelio, si no en un lugar retirado. Las explicaciones del hermano restituían la vida de entonces. Vuelta a Belén para visitar la Basílica de la Navidad, construida hacia el año 325 por el emperador Constantino y fortificada por los cruzados, una de las iglesias más antiguas de la cristiandad. Cada visita de un lugar daba la ocasión al P. Christian de leer, o hacer leer por uno de nosotros, un pasaje elegido en las Escrituras.

Al día siguiente tomamos muy pronto la ruta hacia el Norte. Primeramente sinuosa y espectacular, atraviesa los montes del desierto de Judea, de una blancura resplandeciente bajo el sol. Subimos a la meseta del Golán intensamente cultivada, por una carretera empinada y accedimos a un mirador que dominaba el lago de Galilea o de Tiberiades y todos los pueblos de alrededor. ¡Qué vistas! Al bajar a Cafarnaún participamos en la misa en la capilla construida encima de los vestigios de la casa de san Pedro, donde Jesucristo residía a menudo. Al final de la etapa nos llevó al Monte de las bienaventuranzas, que domina de manera sorprendente el lago.

Al día siguiente, bajamos al borde del Lago, a Tabgha. ¡El lugar donde el Padre celebró para nosotros la Eucaristía no ha cambiado desde hace 2000 años! Momento sublime en la naturaleza, tal como ha quedado, con sus barcas y pescadores en las aguas tranquilas de la mañana.

Luego llegamos a Nazaret, visitando la Basílica de la Anunciación, edificada encima de la presunta casa de la Virgen María. Una carretera muy inclinada nos llevó por la tarde al Mar Muerto, a menos de 396 metros bajo el nivel del mar. Pasamos los dos últimos días de nuestra peregrinación en Jerusalén. El penúltimo día intentamos acceder a la Explanada del Templo. Una interminable fila de espera se estiraba, por encima del muro de las Lamentaciones. Por suerte fuimos los últimos en pasar, antes del cierre, el control que da acceso a la Explanada y poder contemplar el “Dolmen de la Roca”, edificio de arquitectura islámica con su cúpula dorada. Después nos dirigimos hacia el Monte de los Olivos, plantado de árboles seculares.

Como François había sido Lugarteniente de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén para Bélgica, quiso ir al Patriarcado latino de Jerusalén para saludar al Patriarca Latino, Mons. Fouad Twal, Gran Prior de la Orden y a su auxiliar Mons. William Shomali, conocía a los dos desde hace mucho tiempo. Fuimos recibidos como verdaderos amigos. El Patriarca había deseado agradecer a François los servicios rendidos a Tierra Santa y al Patriarcado latino dándole la insignia de las Palmas de Oro de Jerusalén. A los niños les impresionó esta ceremonia muy sencilla pero testimonio de un profundo reconocimiento hacia su padre. Cada uno de nosotros recibió un rosario de madera de olivo.

No podíamos dejar Jerusalén sin visitar la Basílica del Santo Sepulcro, donde dimos gracias al mismo tiempo que pedimos ser cada vez más testigos de su resurrección. El último día, con la cabeza y el corazón llenos de imágenes y enriquecidos con experiencias compartidas con alegría, espiritualidad y espíritu familiar, tomamos la ruta de vuelta hacia Tel-Aviv. Tuvimos la feliz iniciativa de presentarnos en los controles del aeropuerto como miembros de una misma familia esto nos hizo escapar a casi la totalidad de las molestias.

Una maravillosa armonía intergeneracional fue el trazo dominante de esta maravillosa experiencia. Los nietos nos contaron todo aquello que habían aprendido y comprendido mejor de los Evangelios, la vida de Cristo y todos confesaron que volverían si la ocasión se presentaba de nuevo.

¡Cita para las bodas de diamante!


Bernadette et François t’Kint de Roodenbeke


(10 diciembre 2014)