Oración de san Pablo VI en el Santo Sepulcro

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Pablo VI

Pablo VI, canonizado el 14 de octubre de 2018, fue el primer Papa que fue a Jerusalén y a Tierra Santa desde san Pedro. Esto fue hace 55 años. En comunión con el nuevo santo podemos unir nuestra oración a aquella que expresó en el Santo Sepulcro el 4 de enero de 1964, resumida aquí con los principales elementos propuestos para meditar


Hermanos e Hijos: Ahora es necesario que nuestras almas se despierten, que nuestras conciencias se iluminen y que bajo la mirada llena de luz de Cristo todas las fuerzas de nuestras almas se pongan en tensión. Tomemos ahora conciencia con sincero dolor de todos nuestros pecados, tomemos conciencia de los pecados de nuestros padres, de los pecados de la historia pasada, tomemos conciencia de los pecados de nuestra época, de los pecados del mundo en el cual vivimos.

Y para que nuestro dolor no sea ni débil, ni temerario, sino humilde, para que no sea desesperado, sino lleno de fe, para que no sea pasivo, sino orante, únase al de Jesucristo Nuestro Señor, paciente hasta la muerte, obediente hasta la cruz, y evocando su recuerdo conmovedor, imploremos su misericordia que nos salva.

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Allí donde fuiste, oh Señor Jesús, el inocente, fuiste acusado;
el justo, fuiste juzgado;
el santo, fuiste condenado.
Tú, el Hijo del hombre, fuiste torturado, crucificado y muerto;
Tú, el Hijo de Dios, fuiste vituperado, burlado, renegado;
Tú, la luz, conociste las tinieblas;
Tú, el Rey, fuiste levantado en una Cruz;
Tú, la Vida, soportaste la muerte;
Y Tú, muerto, resucitaste a la vida.

Nos acordamos de Ti, oh Señor Jesús. Te adoramos, oh Señor Jesús.

Te invocamos, oh Señor Jesús. Aquí, oh Señor Jesús, Tu Pasión ha sido ofrendada (Is 53, 7), prevista, aceptada, querida, ha sido sacrificio.

Tú fuiste víctima, Tú fuiste el Sacerdote.

Aquí Tu muerte fue la expresión, la medida de los pecados humanos, fue el holocausto del más grande de los heroísmos, fue el precio ofrecido a la justicia divina, fue la prueba del amor supremo.
Aquí libraron combate la vida y la muerte.
Aquí Tú lograste la victoria, oh Cristo, muerto por nosotros y resucitado por nosotros. ¡Dios Santo, Dios Fuerte, Dios santo e inmortal, ten piedad de nosotros!

Aquí nos encontramos, oh Señor Jesús: hemos venido como los culpables vuelven al lugar de su delito,
hemos venido como aquel que Te ha seguido, pero que también Te ha traicionado; fieles, infieles, lo hemos sido muchas veces. Hemos venido para confesar la misteriosa relación entre nuestros pecados y Tu Pasión: nuestra obra, Tu obra.
Hemos venido para golpearnos el pecho, para pedirte perdón, para implorar tu misericordia. Hemos venido porque sabemos que Tú puedes, Tú quieres perdonarnos.

Porque Tú has expiado con nosotros, Tú eres nuestra redención, Tú eres nuestra esperanza.

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, perdónanos, oh Señor. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, escucha nuestra voz, oh Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros, oh Señor. Señor Jesús, nuestro Redentor.

Reanima en nosotros el deseo y la confianza de tu perdón, reafirma nuestra voluntad de conversión y de lealtad, haznos gustar la certidumbre y también la dicha de tu misericordia.

Señor Jesús, nuestro Redentor y Maestro, danos la fuerza de perdonar a los demás para que también nosotros seamos realmente perdonados por Ti. Señor Jesús, nuestro Redentor y Pastor, infunde en nosotros la capacidad de amar, puesto que Tú quieres que según tú ejemplo y con la ayuda de Tu gracia nosotros te amemos, así como a todos aquellos que son nuestros hermanos en Ti.

Señor Jesús, nuestro Redentor y nuestra Paz, que nos hiciste conocer tu supremo deseo: «Que todos sean uno», escucha este deseo con el que nosotros nos identificamos y que aquí se ha transformado en nuestra oración: «Que todos nosotros seamos uno».
 

 

(Abril 2019)