Un año nuevo de esperanza

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El Santo Padre y el cardenal O'Brien durante la misa de Navidad El Gran Maestre de la Orden del Santo Sepulcro en compañía del Santo Padre durante la misa de Navidad en la basílica de San Pedro de Roma. Copyright: Osservatore Romano

En Oriente Medio hay oraciones renovadas por la paz, pero no hay paz, más bien decenas de miles de muertos inocentes.

En Tierra Santa hay oraciones continuas por la libertad, pero no hay libertad, más bien altos y anchos muros que separan a las familias. También existen oraciones por la justicia, cuando las minorías  cristianas siguen soportando limitaciones de sus derechos fundamentales. No hay paz, mas hay un gran sufrimiento por todos los sitios.

Se dice que el desafío de la fe es saber por qué Dios permite el mal y el sufrimiento sin perder la fe en Él. Qué fuente de inspiración tendría que ser para nosotros ver a los cristianos en Tierra Santa engancharse a la fe, en circunstancias a veces desesperadas. Y qué fuente de satisfacción para nosotros, miembros de la Orden ecuestre, darnos cuenta de que es nuestra solidaridad hacia ellos a través de la oración, las peregrinaciones y las ayudas económicas lo que refuerza la fe de los cristianos de allí y les aporta esperanza.

A través de las crecientes comunicaciones como la Newsletter, los «Annales» anuales, un sitio internet puesto al día con regularidad y nuestras visitas personales, nos esforzamos para convencer, a cada uno de nuestros miembros motivados, del importante papel que ustedes juegan en el mantenimiento de la fe y esperanza entre los cristianos de Israel, Palestina y Jordania. Y por la dirección comprometida de nuestro Patriarca y de sus colaboradores allí mismo, podemos estar seguros de que nuestros sacrificios permiten mantener abiertas las iglesias y las escuelas, los albergues para refugiados y huérfanos, y se da alimentos para calmar el hambre de todos, sin importar la creencia.

El obispo y teólogo francés del siglo XVII, Jacques-Bénigne Bossuet sugiere que «los actos que parecen más corrientes están dirigidos secretamente por orden de Dios y sirven a su designio, sin que lo pensemos, de manera que nada llega de manera fortuita».

Podemos estar seguros de que lo que hacemos en nombre de Dios está mandado por los designios de Dios, llevando consigo resultados extraordinarios.


Edwin, cardenal O’Brien


(10 de enero 2017)