No somos una Orden de gente «rica», sino de personas que viven la generosidad

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Vedova_obolo La ofrenda de la viuda - Ilustración tomada de https://www.evangile-et-peinture.org/

En este momento de dificultad económica para muchas personas, debido a diferentes factores entre los que se encuentra la pandemia que sigue pesando en las actividades de mucha gente, he querido compartir con ustedes algunas reflexiones al margen de los encuentros internacionales que el Gran Magisterio ha acogido durante estos últimos meses (la tradicional reunión de otoño con sus miembros, el encuentro de Lugartenientes europeos y el de Lugartenientes latinoamericanos).

Nuestra Orden -insisto- no es una Orden de «gente rica» y esto es ahora más evidente que nunca. Los Caballeros y Damas son personas que desean contribuir en la ayuda a Tierra Santa con su trabajo. Esta acción se inscribe en la atención que prestamos al «Misterio» del Cuerpo de Cristo presente hoy a través de la Iglesia que amamos y queremos cuidar. De este modo, seguimos la labor de las familias en torno a Jesús y de las primeras comunidades: pienso en Marta, María y tantos hombres y mujeres que dieron lo que tenían, además de todo su tiempo.

No eran gente poderosa. No eran ni el rey de Judea ni el gobernador romano. Eran personas atraídas por Jesús. Lo mismo ocurre hoy con nosotros.

Así que no nos desmoralicemos, más bien al contrario. Es bueno ver que junto a los que pueden dar más en este momento, también están los que no pueden. Esto no quiere decir que no sean «miembros» de verdad de la Orden. La generosidad implica ambas partes, pero las situaciones de necesidad que nuestros Caballeros y Damas encuentran a veces pueden ser diferentes. De hecho, los proyectos realizados son siempre el resultado de una generosidad común.

Esto me hace pensar en la observación que hizo Jesús delante del templo donde veía a todos los que se acercaban y dejaban dinero para el mantenimiento del lugar. El Evangelio nos dice que los ricos daban mucho, pero la mirada de Jesús se detuvo en una viuda que solo había dado dos moneditas (Mc 12,38-44). Jesús nos enseña que esta mujer dio más que nadie con su generosidad, no tomando de lo superfluo sino de lo que necesitaba para vivir.

Este pasaje no puede dejar de hablarnos hoy: nuestra Orden no es una Orden para gente que quiere aparentar y mostrar su generosidad. La participación de un Caballero o una Dama responde a la necesidad de estar atentos a la vida de la Iglesia, de las personas, de los niños, de los enfermos y de los que tienen dificultades. Al mismo tiempo, demuestra a cada uno de nosotros la verdadera generosidad de nuestro corazón, a pesar de las necesidades de la vida diaria.

No podemos olvidar lo que Jesús enseñaba a sus discípulos, a saber, que Dios creó con abundancia: toda la creación es una expresión de su generosidad y Dios ama a los que dan con alegría (2 Cor 9,7).

 

Fernando Cardenal Filoni

 

(Deciembre de 2021)